¿A dónde se fue el sabor de la comida?

¿A dónde se fue el sabor de la comida?

Puede ser solo una noche más en la que se ha decidido hacer una ensalada o una fiesta familiar con comida para veinte, la situación se repite: los comensales se ven obligados a condimentar con grandes cantidades de aceite de oliva, vinagre y sal para lograr que las verduras sepan a algo o aun peor, para esconder un sabor extraño.

No importa cuánto tiempo se le dedique a escoger con cuidado lechugas, tomates o aguacates en el supermercado del centro comercial, la verdad es que la comida, últimamente, ha perdido ese sabor jugoso y característico que solía tener, para ser reemplazado con una esencia insípida.

Si esta situación resulta familiar y se pregunta cómo es posible, debe saber que las grandes industrias de alimentos, que surten los supermercados, se preocupan por producir grandes cantidades, frecuentemente infestadas con químicos e importadas desde grandes distancias, y dejan de lado el sabor natural de las buenas siembras, o lo que es aún más alarmante: devalúan el valor alimenticio de sus productos.

Los productos cultivados de manera orgánica no solo conservan el sabor natural, sino que mantienen los nutrientes que el cuerpo humano necesita. En Balú luchamos por devolverle el sabor a las comidas, por que el tomate tenga el sabor dulce del tomate, por que una manzana tenga ese sabor agridulce de siempre, y por que una lechuga tenga ese crocante que se deshace en la boca. Lo logramos cultivando de manera orgánica, dándole prioridad al sabor de los productos y no a su tamaño y cantidad, valorizando siembras provenientes de una red de productores locales.

Logramos que su comida viaje menos y llegue más fresca a su mesa. Apoyemos a los pequeños productores y conservemos el sabor original de las comidas.

Autor: Victoria Pinto.

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